«Incluso la tecnología, que debería unirnos, nos divide. Todos estamos conectados, pero aun así nos sentimos solos». Dan Brown
Concluyo la serie dedicada al análisis de nuestro comportamiento en la web 2.0. En el anterior artículo me refería a cómo la aceptación social es cuantificada en la cantidad de seguidores que tenemos o los “me gusta” que recibimos elevando nuestra autoestima, y que por esa razón ponemos en la vitrina de las plataformas nuestras vidas. Y que paradójicamente también nos fascina espiar las vidas ajenas.
Queremos mejorar e impactar a otros con nuestra propia imagen, usamos filtros de belleza que en la mayoría de los casos distorsionan la realidad creando estereotipos inalcanzables. Son los jóvenes los que se someten mayormente a la utilización de estos filtros -sobre todo en Instagram, que es la aplicación que los ha popularizado- cautivados porque encuentran en ellos una solución rápida a algún defecto que desean corregir. Los filtros mediante AI lo consiguen en segundos, aunque en la realidad no hay cambios.
Grandes marcas de cosméticos encargan investigar el comportamiento de niñas de 10 años en adelante y el por qué intentan mejorar su apariencia mediante la aplicación de los filtros de Instagram. Los resultados muestran que un gran porcentaje no ven su aspecto lo suficientemente bien y comprobar su fotografía modificada antes de publicarla mejoraba sus niveles de satisfacción, aunque también manifiestan su decepción por no alcanzar los mismos resultados en la vida real.
Una súper computadora, un instrumento multifuncional que cabe en nuestros bolsillos nos cambió la vida, un pequeño dispositivo permitió a grandes empresas comerciar con nosotros y generar billones de dólares, haciéndolas cada vez más ricas y a nosotros cada vez más dependientes. Utilizan para ello estrategias de recompensas e incentivos, (likes – menciones – más seguidores) algo parecido a los experimentos de los científicos con los monos de laboratorio: Si el mono toca el botón azul recibe un premio, si toca el botón verde se abre una puerta e interactúa con otro de su especie… ¿no les suena parecido a algo que hacemos a diario?
La realidad es que estas empresas obtienen más información sobre nosotros de lo que pensamos, conocen nuestras rutinas, gustos, amistades y características de consumo. Las recolectan de una manera muy simple. Su algoritmo “mapea” los me gusta que cliqueamos, los comentarios que hacemos en publicaciones de otros usuarios, las tendencias de moda que seguimos, nuestras búsquedas en MarketPlace y en Google. Nos clasifican, y categorizan, agregan la información capturada (data) a sus bases de datos, somos una sucesión de ceros y unos en sus servidores y terminamos haciendo lo que ellos quieren, es decir, estamos hackeados. Facebook tiene más de 50.000 data points (información sensible) sobre cada uno de nosotros.
En nuestra ingenuidad y candidez tecnológica, quedamos atrapados por las empresas, pero también expuestos a delincuentes que captan nuestra atención con simples trucos: “Ofrecen dinero por likes en Instagram, la nueva estafa en RRSS” . A manera de prevención la ATT diseñó y lanza a partir del 7 de julio su aplicación para denunciar fraude financiero y estafas mediante teléfonos celulares. El objetivo, bloquear permanentemente el IMEI, inutilizando el dispositivo. Descárguenla y úsenla, es momento de poner un alto a estos delitos. Sugiero también ver el documental: “El dilema de las redes sociales” en Netflix, nos muestra la otra cara de la medalla y aquello que es difícil comprender desde la lógica del usuario común, del usuario atrapado y las intenciones desconocidas de los gestores de estas aplicaciones.
El panorama no es tan sombrío como parece, podemos encontrar formas de convivir con la tecnología, utilizarla para nuestro beneficio sin depender de ella, ni que afecte nuestra autoestima y relación con el entorno cercano, en resumen, saber qué hacer con ella. Un usuario inteligente es quien analiza, interpreta y procesa la información recibida de manera crítica descartando todo lo nocivo; Quien evita generar contenido basura en la red; Quien no reenvía sin control; Quien sabe que un “me gusta” en una publicación no ayudará a un niño en su tratamiento contra el cáncer.
No somos indolentes al ignorar publicaciones que intentar mover emocionalmente nuestros sentimientos mostrando heridos, enfermos, niños desaparecidos quién sabe dónde pidiendo un comentario, un “me gusta” o un “comparte”. La mayoría de los comentarios son un “Amén” y cientos de likes que lo único que hacen es capitalizar y posicionar perfiles para obtener beneficios económicos o réditos personales. Nos convertimos en lo que se denomina “granjas de likes” haciendo más famosos a los que generan estas publicaciones y gratis. Existen granjas de likes en varios países, son grupos de personas que venden likes falsos mediante bots en perfiles o publicaciones de empresas, políticos, influencers y youtubers con el objetivo de posicionarlos en plataformas y obviamente generarles ganancias económicas, políticas o beneficios en ventas. No seamos tontos útiles de intereses maliciosos que solo intentan manipular a la opinión pública.
Hay cosas irreversibles en la vida, una palabra que sale de la boca, una flecha que sale del arco de un guerrero y hoy, en la era digital, un clic que hacemos en la pantalla. Por eso, mantenernos seguros en la red es: Analizar un mensaje de WhatsApp antes de enviarlo, no olvidar que al otro lado de la pantalla hay una persona; No responder mensajes que alertan una infección peligrosa en nuestro dispositivo móvil; No descargar software de servidores desconocidos; No creer cuando ofrecen grandes ganancias con solo un clic, reenviando mensajes o cuando dan la opción de ganar un vehículo último modelo en un sorteo, nadie regala nada en Internet; No creer todo lo que se publica en la red, antes de reenviar, retwitear o compartir verificar la seriedad y veracidad de la fuente.
Navegar a la defensiva en la Internet es fundamental para evitar naufragar en la red, saber que detrás de cada gran oferta siempre hay alguien que intenta aprovecharse de uno; extrayendo datos e información personal de nuestros dispositivos.
Solo haciendo que nuestra rutina digital sea responsable mantendremos un entorno seguro, por nosotros y por todos los que nos rodean. Despegando la vista de la pequeña pantalla y abriendo los sentidos a la belleza de la naturaleza que nos circunda podremos vivir una experiencia permanente y compartiremos momentos inolvidables con nuestra familia. No permitamos que aquello que nos acerca a los más lejanos, nos aleje de los más cercanos.
Luchemos por sobrevivir en un mundo digital y salir vivos del intento.
Fuente y redacción: Alejandro M. Rodríguez V. / alerodriguezonline.com